sábado, 10 de noviembre de 2007

NO SIRVE FINGIR



Te mutilan
o, quizá eres tú mismo
quien deja la guadaña para encontrar excusa
de esa ablación permanente de la voz,
desmembrada en el último refugio.

¡Como si fuera posible editar la orografía
sin el punto cero de la dermis!......¡Ah, convalecencia!,
¿qué ingrediente tinta de trofismo
hacia una deriva continental
de arquitectura narcoléptica?....Podemos impregnar
la periferia del cartílago
en una solución de procaína
y dejar dormir a la frontera
en un Alzheimer sin fin de pasaportes. Pero,
siempre existirá un chip inconfundible
en cada pieza de ese puzzle,
que integra
las señas de identidad de lo que somos, y
no sirve fingir ante el espejo
porque nosotros somos el azogue.

.......... Tal vez
el dorso de la frase tenga grietas
y sea alud
el vínculo facial con el adentro. Pero, la lluvia
no desdice superficies
ni las novas agotan la energía. Es el polvo y sus partículas
substrato donde nacer sin excepciones.
Por eso, justificar, es gesto
abocado sin duda al camuflaje
de los ojos sin mirada de la sombra.

domingo, 4 de noviembre de 2007

VÉRTICE

(Foto: Santiago Redondo Vega)

Onírica abstracción piramidal
donde abreva en poeta el ser humano;
ojo cíclico, tótem rotuliano
de poema iris neutro y espectral.

En el vértice anida lo esencial,
vórtice azul de verbo castellano
plena voz que trasciende del arcano
hacia el verso de prisma secuencial.

Sortilegio quimérico y profundo
sobre piedras que riman a la historia;
glauco musgo nostálgico y fecundo

de esta tierra que en ave migratoria
pone alas a sus hombres hacia el mundo
para que giman luego su memoria.
SANTIAGO REDONDO VEGA

sábado, 3 de noviembre de 2007

Ferocidad

La mirada es acero;
la sonrisa del lobo
aferrada al espíritu.
No sueñes, criatura de debilidades
ni trates de enredarte en la marea hueca de la vida.
Invencible, inevitable, inabarcable
insaciable, inacabable,
feroz como las mismas miserias que lo parieron.
Fundido con la esencia de la tierra,
ocre perdurable y sabor a hierro en la boca.

jueves, 1 de noviembre de 2007

EN LA CIUDAD

(Foto: Santiago Redondo Vega)

Descienden las miradas por las cumbres
las ciudades, los edificios pálidos
se quedaron callados por principio;
detrás de la inconsciencia habita el reto
de oler a mar, despacio
entre adoquines;
pero es humo y no mar hez de mi olfato.

Deambulan peatones sin sentido
haciendo cola en rojo tras sus pasos
muñeco ámbar o verde imperativo
vital y legal sin mas medida
mirándose del hombro, como extraños.
Una cara, otra cara, apenas veo
un cuerpo que me empuja
de soslayo.

Corbatas portan a hombres, maletines
con prisa bajo el brazo,
jubilados con tiempo y poca vida,
mujeres de la compra, meros carros
ateridos de acelgas y embutido.
No hay niños ni alegría entre las fuentes,
las plazas, transiciones, van de paso
de una calle a otra calle…
y más asfalto.

Se perdió el corazón que hacía fuerte
el vínculo grandioso, amor cercano
a una porción de tierra, idiosincrasia,
forma de soñar, de decir, vivencia acaso,
de quererte del sitio donde paces,
de estar contigo mismo,
de tu espacio.

Y ahora del mundo gris y uniformado
te empeñas en creer que es más progreso,
ciudades dormitorio sin doseles
donde abunda el sucio beige de un cielo escaso
que no se ve ni aupándote hacia arriba,
ni huele a mar ni se oyen de algún tiempo lejano
cantar grillos ni ranas, ruin desprecio de soles,
aunque los busque mirando a cualquier lado
y me siento inmensamente solo
entre esta multitud
de solitarios brazos.

No tengo más privilegio por ser uno
entre un millón de ingenuos ciudadanos
que la que pueda haberme dado Dios
para escribir en verso a cada rato
de espera entre autobuses,
ahora que aquélla joven rastafari
que opaca en su color a los semáforos,
de alternativa cintura tatuada,
acaba por parirse de sus cascos
y del cordón umbilical de algún ipod
aún cuelga irreverente y sin recato
y se alimenta y nutre de sonidos
que la apartan de un mundo indiferente
tan hueco, tan lejano…

Quizá esté aquí la alternativa del futuro
pero no sé decidir cómo empezarlo.






SANTIAGO REDONDO VEGA